lunes, 5 de marzo de 2012

Los Ainu: nativos omo-shiroi.

“Uno no puede sentirse orgulloso de algo que no pudo escoger, por ejemplo, uno no puede escoger en qué grupo nacer, pero si se es nativo, se puede estar orgulloso de lo que se hace con esa característica.” Chisato (“Kitty”) O. Dubreuil, ainu.

Los ainu (palabra que significa "humano" en el idioma ainu) son un grupo étnico indígena en Hokkaidō y el norte de Honshu, en la parte septentrional de Japón, así como en las islas Kuriles y la mitad meridional de la isla de Sajalín en Rusia. Son también conocidos como Ezo o Yezo en japonés antiguo, y como Utari (palabra que significa "camarada" en idioma ainu) que es como hoy en día prefieren ser llamados.

De orígenes muy antiguos, a los ainus se les ha atribuido ancestros de tipo caucasoide o australoide, sin embargo, actualmente se les relaciona con la expansión de los primeros pobladores de Asia y con los pueblos actuales de Siberia. Aunque los ainus tienen caracteríticas genéticas propias, que demuestran su antigua diferenciación de las demás poblaciones contemporáneas de la región. Estos resultados concuerdan con los hallazgos geológicos y arqueológicos: los primeros pobladores de Hokkaidô arribaron durante la última glaciación hace más de 18 mil años.

La cultura tradicional ainu es muy diferente de la japonesa. Al alcanzar determinada edad dejaban de afeitarse, así que los hombres más viejos tenían enormes barbas y bigotes. Hombres y las mujeres por igual se cortaban el pelo de los lados de la cabeza a nivel de los hombros, pero en la parte posterior el corte era semicircular. Al comenzar la pubertad, las mujeres se tatuaban la boca, brazos, los órganos genitales externos y, en ocasiones, la frente. La familia es patrilineal y monogama, aunque otros afirman que se prima la línea materna, posiblemente como resto del matriarcado (las mujeres controlaban secretamente un tipo de linaje matrilineal, el shine huchi ikuru, mediante cinturones totémicos). De hecho, aún hoy, las mujeres pasan largos periodos de tiempo en su casa familiar antes de acceder a la de su marido.

A pesar de ser los descendientes directos de los primeros pobladores, han sido reprimidos y relegados por las políticas gubernamentales japonesas desde finales del siglo XIX, cuando se les obligó a dejar su forma de vida como pescadores-cazadores-recolectores para asumir la forma de vida japonesa basada en la agricultura. También se les obligó a dejar sus ritos, costumbres e idioma, y se les forzó a utilizar nombres japoneses. En la actualidad las estadísticas dicen que existen cerca de 25.000 ainu en Japón, aunque se cree que la cifra es superior ya que muchos de ellos, como una forma de protegerse de la discriminación, niegan su origen y se han mezclado en matrimonio con los japoneses.

Los ainus tienen creencias animistas o, en su caso, sintoístas por lo que carecen de templos. Sus creencias más bien se centran en el respeto a la naturaleza y a los animales, y la veneración a los antepasados. Todo en la naturaleza tiene un "kamui" (espíritu divino) en su interior. Hay una jerarquía de "kamuis". El "kamui" más importante es la abuela tierra (el fuego), luego están los "kamuis" de las montañas (animales terrestres) y los del mar (animales marinos). "Aprendemos a ser responsables y a respetar todo lo que nos rodea. Los ainu creemos que todo en la naturaleza tiene un significado y un propósito", dice Shigeru Kayano, Ainu.

Además, es centro de su cultura el culto al oso. En primavera, el canto del búho anunciaba el inicio de la partida de la caza del oso. Existen numerosos tabúes en la partida: los sueños de mal augurio pueden llegar a hacer fracasar la expedición, se evitan así las zonas en que los ainu hayan sido heridos en ocasiones previas, o al atravesar un torrente se reza al kamui y se erigen inau (varillas de sauce) en su honor. Al llegar a la guarida del oso, le saludan amigablemente.

Si se podían coger los oseznos, eran llevados al poblado, donde eran cuidados e incluso amamantados por las mujeres ainu. A los tres años, los mataban lanzándoles flechas decoradas a finales del invierno. Sus movimientos eran interpretados como signos de alegría. Las cabezas, una vez cercenadas, se colocaban entre golosinas, y se les pedía que relataran el trato recibido a otros osos que, así, se dejarían cazar con mayor facilidad. 

El sintoísmo, religión mayoritaria en Japón, es una forma sofisticada de animismo. Aunque el sintoísmo no se basa en dogmas o en una teología compleja, a los japoneses les ha dado un código de valores prácticos, ha moldeado sus comportamientos y determinado su forma de pensar. Los japoneses, como hijos de los espíritus o kami, tienen ante todo una naturaleza divina. Por consiguiente, de lo que se trata es de vivir en armonía con los kami, y así uno podrá disfrutar de su protección y aprobación. Harto difícil, ya que se tratan de más de 8.000.000 kamis. A  diferencia de los kami japoneses, en el caso de los kamui de los ainu, dichos seres bajan a través de ellos, teniendo su residencia en un más allá, y adoptando diferentes formas en el mundo humano, como animales, plantas o minerales.

Según se cuenta en el Kojiki (el libro histórico más viejo que se conserva relativo a la historia de Japón), la kami Amaterasu, kami del sol, es de la que emana toda la luz, calidez y compasión por aquellos que la adoran. Nació de uno de los ojos del dios Izanagi. Además de a Amaterasu de su ojo izquierdo, engendró también a Tsukuyomi (el dios de la Luna) de su ojo derecho, y Susanoo (el dios de las tormentas y tempestades) de su nariz. 

Así, cuando Izanagi quiso repartir su reino con sus tres hijos, Amaterasu recibió el cielo, Tsukuyomi recibió la la noche, y Susanoo recibió el rayo, la tierra y el mar; pero esto no era lo que quería el dios: Susanoo se enfureció para luego enfrentarse con su hermana mediante un concurso de poder creador: consistía en crear divinidades menores. En la primera tanda, Amaterasu cogió la espada de su hermano y, tras romperla en tres fragmentos y masticarla, aparecieron tres hermosas diosas. Susanoo, para poder superarla, cogió las cuentas de la fertilidad de su hermana y, con ella, creo cinco dioses muy agresivos. Susanoo se proclamó vencedor, aunque su hermana, al pertenecerle a ella las cuentas, dijo que ella era la vencedora. Susanoo se negó aceptarlo y destruyó los campos de arroz llenando todos los canales de irrigación de agua, arrojó excrementos a los palacios de la diosa y destrozó la hilandería sagrada, hogar de Amaterasu. A pesar de que la diosa rogó a su hermano que se calmase y dejase de causar destrozos, el dios estaba en un estado de cólera imparable y descuartizó y repartió por la hilandería el cuerpo del caballo “celestial”. Amaterasu se asustó tanto al ver al animal sagrado muerto, que huyó hasta una cueva, donde se encerró, provocando la oscuridad eterna. 

Al no estar ella, el Sol no salía y el mundo se cubrió de tinieblas, los campos morían y el mundo se helaba. Los demás dioses, temiendo que las tinieblas perduraran para siempre, organizaron una fiesta en la puerta de la cueva. Ama no Uzume, la voluptuosa diosa de la danza y la risa, dio la vuelta a una bañera y se puso a bailar sobre ella, marcando el ritmo con sus pasos. Finalmente, se deshizo de las hojas y flores y bailó desnuda. El resto de dioses hacían mucho ruido gritando, riéndose y animando. El ruido exterior atrajo mucho la curiosidad de Amaterasu, quien decidió echar un vistazo a ver qué era lo que pasaba, y le preguntó al que estaba más cerca de la entrada. Éste le contestó que había una nueva diosa. Cuando Amaterasu preguntó quien era, éste señaló al espejo, y Amaterasu, que nunca había visto su reflejo, se quedó absorta en la imagen. Un rayo de la luz llamado "amanecer" escapó de sí misma y se deslumbró por su propio reflejo en el espejo. Estaba tan sorprendida que exclamó Omo-shiroi!” (fascinante!). El dios Ameno-Tajikarawo la sacó fuera de la cueva y ésta fue sellada con una cuerda sagrada de paja (shimenawa). Rodeada por la festividad, la depresión de Amaterasu desapareció y ella accedió a regresar su luz al mundo. Desde entonces, Uzume fue conocida no sólo como el kami de la festividad, la risa y la danza, sino también como la de un nuevo día, la del amanecer.

“Compañeros Ainu, los pilares de la cultura Ainu son las mujeres. Les pido que eduquen a nuestros hijos y nietos sobre el enorme poder de las mujeres de tal forma que crezcan con el orgullo de haber nacido Ainu” Peramonkoro Sunazawa, ainu.


Música ainu contemporánea y tradicional.

Fuentes:

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